Esta semana hablaremos del funeral en un aspecto más técnico, y como es celebrado hoy en día por los indigenas Pijao, frente a como solía ser.
Antiguamente, como ya se dijo anteriormente (parte 1) se tenía una concepción de reencarnación, y de un periodo vacío de tiempo en el cual el alma estaba en un plano imperceptible para los hombres. Era así que cuando una persona moría, esta era enterrada con sus objetos más preciados en vida.
También se tenía la costumbre de susurrar palabras al oído del difunto, por parte de sus seres más allegados, para manifestar un profundo respeto por lo desconocido, el plano espiritual al cual se entraba al morir.
En la actualidad, la celebración del funeral tiene un significado que, si bien ha mantenido su esencia, ha variado enormemente debido a nuevas concepciones que entran a la visión indígena, por ejemplo la concepción católica de una segunda vida después de la muerte, en vez de un viaje etéreo temporal antes de regresar a la vida en otro cuerpo.
Hoy en día, por ejemplo, se celebra un novenario, es decir una jornada de oración de nueve días, la cual se realiza con el objetivo de expulsar al espíritu del hogar, para que no se convierta en un tormento, ni para él, que no podría regresar, ni para los habitantes de la casa, quienes se verían perturbados en su campo energético debido al alma del difunto que no ha abandonado la morada.
Durante este proceso, se suele elaborar una tumba simbólica adentro de la casa, a la cual se le coloca agua, para que el espíritu calme su sed.